Por las de ayer, las de hoy y las que vienen. Las mujeres en la marcha por la eliminación de la violencia.
SLP.- Madres, hermanas, amigas. Todas.
Alzaron la voz por las que ya no pueden.
No fue un espectáculo, sino convicción… una tarde de relatos, de acompañamiento y exigencia de justicia.
Así fue el 25N en Plaza de Armas -en el Memorial a Víctimas de Feminicidio-.
Gritaron con rabia. También con esperanza -y música-.
Fue a las 15:00 horas que cuidadoras, profesionistas, estudiantes…que ellas se reunieron.
Además papás.
Transcurrió un poco más de hora y media entre dinámicas y energía.
Y se llegó el momento. Con las madres de las víctimas al frente.
No solo sostuvieron cruces, llevaron el mensaje.
El recorrido derivó en el #100 de Eje Vial. Fiscalía General del Estado (FGESLP).
Y hablaron.
Algunos con el corazón en pedazos y una incesante búsqueda de respuestas.
Se mantuvieron en pie mientras explicaron que la justicia no llega a todos igual.
Que a veces sobrevivir a un ataque, no da garantías y un agresor puede arremeter sin miedo contra un menor.
Porque formalizar la denuncia, no siempre pesa más que tener contactos.
En ocasiones es el dinero que abre las puertas -dijeron-.
En plena calle, con palabras y frases escritas en el piso, en la acera se demandó actuar, no caer en la omisión.
El contingente retomó el camino y pausa se hizo en Álvaro Obregón.
La fachada del entonces Instituto Científico y Literario, del hoy Edificio Central -espacio al que señalaron por los casos de acoso- cambió.
Ellas se cuidaron, pero identificaron a perfiles externos.
Lo sucedido no restó interés al objetivo. Tampoco la caída del sol.
Las familias, las compañeras volvieron al punto de partida antes de las 19:00 horas -rodeadas de edificios con luces naranja, que advirtieron… no resuelven, pero aparentan-.
Lo importante del 25N fue no dar un paso atrás. Marcaron el camino, abrieron la puerta de la confianza y el corazón para dar fuerza a quienes absortas observaron.
A las niñas que eventualmente habrán crecido y decidirán ser libres.
Por: Paulina Rodríguez