Fuera de control el reclutamiento de menores por el crimen organizado en México
México.- El reclutamiento de menores por parte del crimen organizado en México ha alcanzado niveles críticos. Niños desde los seis años están siendo utilizados por cárteles en actividades delictivas, una práctica cada vez más común según expertos en seguridad y organizaciones civiles.
Estos casos revelan no solo el fracaso institucional para frenar la violencia, sino también la brutalización progresiva de la sociedad.
Una de las voces que ha emergido desde este oscuro fenómeno es la de Sol, una joven de 20 años que fue reclutada por un cártel a los 12 años. Comenzó como “halcona” (informante) y en poco tiempo fue empujada a participar en secuestros y asesinatos.
Sol, quien enfrentó adicciones desde los nueve años, fue detenida a los 16 por secuestro agravado. Hoy busca rehacer su vida estudiando derecho, con el sueño de convertirse en mentora para evitar que otros niños repitan su historia.
Los cárteles se aprovechan de la vulnerabilidad y marginación de estos menores, muchos de ellos viviendo en pobreza extrema y entornos violentos. Les ofrecen lo que el Estado ha fallado en garantizar: sentido de pertenencia, protección y reconocimiento.
Especialistas señalan que esta estrategia no es casual, sino parte de un modelo para formar nuevas generaciones de sicarios, espías y mensajeros.
Un informe reciente estima que al menos 30 mil niños han sido reclutados por organizaciones criminales, aunque cifras no oficiales elevan el número hasta 200 mil. Determinar la magnitud real del fenómeno es difícil, pero la tendencia es clara: los reclutas son cada vez más jóvenes.
A pesar de que el gobierno ha impulsado algunas acciones de prevención, como recomendaciones sobre el uso seguro de videojuegos, los esfuerzos han sido insuficientes. Un reporte del año pasado reveló que el 70% de los adolescentes ligados a actividades delictivas provienen de contextos de alta violencia.
La ausencia de una legislación específica que penalice el reclutamiento forzado de menores, así como las lagunas legales en torno al trabajo infantil, dificultan aún más la erradicación de este fenómeno.
El caso de Sol es solo uno de miles. Su historia, sin embargo, ofrece una esperanza: la posibilidad de romper el ciclo de violencia y criminalidad, si se abordan de forma integral las raíces sociales del problema y se impulsa una política pública efectiva y con enfoque de derechos humanos.