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Ecuador declara conflicto armado interno ante el avance del crimen organizado

Quito.- Ecuador atraviesa una de las peores crisis de seguridad de su historia reciente, marcada por el alarmante aumento de la violencia asociada al crimen organizado. En enero de 2024, el gobierno declaró un “conflicto armado interno” tras una serie de episodios violentos vinculados a grupos criminales, incluyendo motines en cárceles, atentados con explosivos y la irrupción de hombres armados en un canal de televisión.

Uno de los detonantes clave fue la fuga de José Adolfo Macías Villamar, alias “El Fito”, líder de “Los Choneros”, una de las organizaciones criminales más poderosas del país. Con nexos con los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), “Los Choneros” controlan actividades como narcotráfico, extorsión y tráfico de armas, principalmente en las provincias costeras de Guayas, Manabí y Los Ríos.

La recaptura de “El Fito” y su posterior extradición a Estados Unidos en julio de 2025 —la primera desde la eliminación de la prohibición constitucional en 2024— ha generado un vacío de poder que podría agravar la violencia entre facciones rivales.

En 2023, Ecuador fue catalogado como el país más violento de América Latina, con más de 8,000 muertes violentas registradas. Guayaquil, epicentro de la disputa territorial entre bandas, se ha convertido en símbolo del deterioro institucional y del avance del crimen organizado.

Aunque el gobierno ha desplegado fuerzas militares en cárceles y calles, expertos advierten que estas medidas son insuficientes y no abordan las causas estructurales del problema. La militarización, señalan, debe complementarse con una estrategia integral que fortalezca el sistema judicial, combata la corrupción y priorice la inversión social.

La violencia ha provocado un desplazamiento interno creciente, fracturado la cohesión social e incrementado el riesgo de reclutamiento de jóvenes por grupos delictivos. Además, la idealización de figuras criminales se ha vuelto parte de la narrativa dominante en algunos sectores vulnerables.

Aunque existen paralelismos con la situación en México (como las alianzas transnacionales y las luchas por el control territorial tras la captura de líderes), los expertos subrayan diferencias en la estructura y evolución de los grupos criminales en ambos países.

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