Pan de Muerto, tradición convertida en identidad.
SLP.- La muerte no podría ser más dulce que en el pan.
De tradición se volvió identidad.
Aunque sea frontera, la muerte fascina.
El origen de la celebración con pan parece impreciso.
En ensayos se ha afirmado que la costumbre de elaborar panes con forma de hueso en realidad emanó de la Edad Media.
El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas lo asocia con culturas prehispánicas y sus ofrendas en forma de mariposa.
Otras investigaciones lo relacionan con el rechazo de españoles al ritual por el que la hija de un rey era sacrificada, con la creencia de que se convertiría en deidad.
En México, la muerte es cultura.
En El laberinto de la soledad, Octavio Paz advertía que “para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano en cambio, la frecuenta, burla, acaricia, duerme con ella; la festeja… es uno de sus juguetes favoritos y amor más permanente”.
Agustín Zambrano Morales es la prueba, quien ha dedicado 52 años a la elaboración de pan. Inició a los 12 años y desde entonces prepara de todo tipo.
El pan de muerto no solo se encuentra en distintas presentaciones, sino con la posibilidad de probarle en versión integral o relleno.
Para esta fecha, Don Agustín cuida cada parte del proceso para que la gente reciba los conocidos huesitos o calabazas, que al salir del horno solo esperan se les unte mantequilla y azúcar.
Masa que toma una hora en estar lista, naranja, margarina y huevo crean el sabor especial, en su punto -distinto a la grasa o el pan de batalla-.
Por: Paulina Rodríguez