SLP.- Xantolo o «La fiesta de todos los santos», es una tradición de gran importancia en la huasteca potosina y que en los últimos años ha causado gran impacto a nivel nacional e internacional.
Se realiza hace 800 años y se hacía de acuerdo al calendario azteca durante el mes de agosto, era una veneración a los seres queridos que se adelantaron y un agradecimiento a los dioses prehispánicos por las buenas cosechas.
Tras el arribo de los españoles, llegó la religión católica y apareció el «Sanctorum», palabra que proviene del latín y que al no poder ser pronunciada por los indígenas se convirtió en Xantolo.
Los frailes quedaron atónitos gracias a los rituales de sacrificio que llevaban a cabo nuestros antepasados como ofrenda a los dioses, y es que se creía que las personas sacrificadas pasaban por un proceso de purificación que terminaba en el paraíso, obteniendo en el camino permiso para venir a la tierra.
Afirman que el Xantolo tiene un significado espiritual de acercamiento entre los vivos y los muertos; una fiesta para rezar y pedir por nuestros seres queridos y afirmarles que todo el pueblo está en comunión.
Entre cinco y ocho horas, dependiendo del tráfico vehicular, es el tiempo que separa la huasteca potosina de la capital para conocer el significado de lo que es vivir la fiesta en todo su esplendor.
Son más de 15 municipios de San Luis Potosí donde se realizan las actividades de esta festividad cuya preparación inicia a finales de septiembre.
En esta ocasión, tocó vivir la experiencia en los municipios de Matlapa y San Martín Chalchicuautla ubicados respectivamente a 239 y 253 kilómetros de SLP, lugares cuyos habitantes afirman es donde «la fiesta se pone mejor».
La primera parada fue por la noche del primero de noviembre en Matlapa con su ya característico Festival de las Catrinas y donde la plaza principal se viste de anaranjado, arcos tének, velas y muertes que hacen alusión a las actividades diarias que ahí se realizan.
La gente desfila y concursa al utilizar un sinfín de elementos como el maíz, flores, o hasta luces para personificar a catrinas y catrines y así honrar a sus muertos.
Las personas que acuden pueden degustar de un atole calentito de piña, bocoles y picosas enchiladas mientras disfruta del ambiente que sólo el Día de Muertos puede generar.
De acuerdo con los lugareños, la festividad del Xantolo se diferencia de todas las tradiciones que se realizan en el país, tanto así, que fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
San Martín Chalchicuautla fue nuestro segundo destino, aquí se puede conocer a las famosas comparsas que toman las calles del municipio para bailar desde horas tempranas, dicen que para invocar a sus muertos.
Entre las 11 de la mañana y 12 del día, nos dimos cita en la casa de un artesano y líder de una comparsa; poco a poco fueron llegando los personajes que la integran para dar comienzo con esta tradición.
Son ocho los personajes que danzan a las afueras de las casas para que sus dueños sientan la presencia de sus seres queridos, la mayoría carga una ofrenda que muchas veces es alcohol.
El cole y la mamanina son los abuelitos que representan la experiencia y la sabiduría; los viejos y las viejas que representan a la gente que trabaja en el campo y son los hijos de los dos anteriores; el cominito que hace alusión a los infantes; el comanche que es un guerrero que defiende a los integrantes de la comparsa para que los espíritus malos no se apoderen de ellos; también está la muerte que significa la transición de una vida a otra y el diablo que puede simbolizar dos cosas, el mal y la gente ganadera.
Al final, las comparsas que se pasean por las calles se unen en la plaza principal de San Martín Chalchicuautla, por lo que cientos de personas con máscara bailan al ritmo de diferentes sones.
Así es como se vive el Xantolo en algunos de los municipios de San Luis Potosí.
Dicha celebración también se lleva a cabo -entre otros municipios- en Xilitla, Aquismón, Axtla de Terrazas, Tamazunchale, San Vicente Tancuayalab, Tanlajás y Tanquián de Escobedo, por lo que esta historia no termina aquí…
Por: José Luis Vázquez